viernes, 25 de junio de 2010

Fingiendo, que es gerundio

Yonkis, página matatiempo en el trabajo por excelencia, enlazó un curioso vídeo sobre la etología del autillo cariblanco (Otus leucotis). Lo cierto es que jamás hubiera imaginado ver un documento de este estilo en esta página.


Entre la gran cantidad de rótulos que tanto les gusta insertar a los nipones, se ve una estrategia adoptada por el animal con un claro carácter defensivo. Si el enemigo es, aproximadamente, de su tamaño se infla aparentando ser más grande de lo que es y adopta una actitud intimidatoria hacia su rival. Por contra, si quien osa molestar al pobre autillo es de mayor tamaño que él, lo mejor es, sin duda, pasar desapercibido, de hay que adopte esa extraña posición semejante a una rama rota. Esto junto con el color de su plumaje lo camufla perfectamente, evitando así el tener una mala experiencia.

Por extraño que parezca este comportamiento el autillo cariblanco no es el único que lo practica. Sin incluir a todas aquellas especies que a lo largo de su historia evolutiva han modificado su cuerpo para parecer cualquier cosa del entorno que les rodea, desde hojas a otros animales venenosos, existen muchas especies que modifican momentáneamente su cuerpo para aparentar lo que no son. Y de esto el sapo común,  que también recibe el desusado nombre de escuerzo, (Bufo bufo) sabe un rato.

Veamos esta foto, una culebra de collar (Natrix natrix) decide merendarse al otrora protagonista de la fotografía, un sapo común. Si bien el anfibio está bien protegido contra el ataque de, por ejemplo, un perro gracias a el veneno que emiten a través de sus glándulas parietales, en esta situación tiene un problema: la culebra de collar es inmune a este. Así que el sapo opta por aparentar ser más grande de lo que es, para ello se infla y estira las patas e, incluso, se inclina levemente sobre un costado con la esperanza de que la culebra se percate de la imposibilidad de engullirla. Esto parece resultar bastante efectivo, es común que el ofidio acabe descartando al sapo como comida.

Foto propiedad de Brian Bevan, tomada de aquí.

No obstante el más famoso y extravagante de comportamientos similares sea el de la zarigüella de Virginia (Didelphis viriginiana), el único marsupial norteamericano. Animal agresivo y solitario, suele huir ante la amenaza de algún depredador. No obstante, ante situaciones límite en las que la escapatoria es imposible y tras saber que un enfrentamiento no es aconsejable, la zarigüeya se hace literalmente la muerta. Cae sobre un costado inmovil (algo vital , que ironía, por otra parte para hacerse la muerta), acortando su respiración, con el cuerpo tieso y encogido, los ojos fijos y vidriosos, las mandíbulas entreabiertas y la lengua colgando. Por si esto fuera poco, puede llegar a babear, defecar e, incluso, segregar una hedionda y nauseabunda sustancia verdosa. Todo esto provoca una reacción en el depredador que le hace considerar al marsupial como un cuerpo en avanzado estado de putrefacción, perdiendo totalmente el interés en ella. Tras unos minutos la zarigüeya "despierta" y reemprende sus quehaceres diarios. Este comportamiento parece ser un acto reflejo adquirido en el momento en que el ejemplar juvenil alcanza laindependencia. Hay que señalar que existen expertos que aseguran que el marsupial no finge, sino que entra en un estado de tal catatonismo que le provoca el estado anteriomente descrito.

 Zarigüeya... ¿muerta? ¡No, solo está fingiendo!

jueves, 10 de junio de 2010

Bienvenido, Mister Bison

Al más puro estilo berlanguitesco han recibido en San Cebrián de Mudá (Palencia), enclavado dentro del Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente Cobre-Montaña Palentina, a siete ejemplares salvajes de bisonte europeo (Bison bonasus) procedentes de los bosques polacos de Bielowieza y el del impronunciable nombre de Pszczyna. Utilizo el adjetivo de berlanguitesco por que todo el revuelo producido en el pueblo a raíz de la llegada de los ungulados me ha recordado, en cierta manera, a "Bienvenido, Mister Marshall", con la sutil diferencia de que los animales sí que han venido.


Los siete ejemplares, dos machos y cinco hembras, inauguran el primer centro de cría específico en territorio español. Éste ocupa un territorio de 20 hectáreas de matorral y robledales. El proyecto ideado por la Asociación para la Conservación del bisonte Europeo en España no tiene pinta de que busque una reintroducción de la especie en la península ibérica, sino más bien actuar como un reservorio de ejemplares mantenidos en régimen de semilibertad, para evitar los posibles efectos estocásticos, es decir, los drástricos efectos que pudiera provocar una epidemia o una catástrofe natural. Recordemos que, en libertad, sólo existen en los bosques polacos anteriormente mencionados. Otras manadas similares a las creadas en la montaña palentina se encuentran en países como Ucrania, Kirguistán, Bielorrusia, Rusia, rumanía, Ucrania y Lituania, además de existir un proyecto para Francia. 

Uno de los ejemplar de bisonte en el momento de su liberación en San Cebrián de Mudá (Palencia). Fuente: El Mundo.

La historia del bisonte en España data de cuando Franco hizo la mili con lanza, tal y como atestiguan las pinturas de la famosísima cueva de Altamira (que por cierto hoy ha vuelto a ser abierta al público). Desgraciadamente, algo habitual en la fauna de Europa occidental por otra parte, la caza excesiva y la deforestación provocaron la extinción de la especie en la península allá por el siglo XII. Los últimos ejemplares, alrededor de 600, provienen de la suelta de 12 especímenes en el bosque polaco de Bielowieza.

Esto no es una reintroducción, al menos no como los amantes de la naturaleza desearíamos. Nada apunta a que estos ejemplares vayan a ser liberados en algún espacio natural del norte de España. Basta citar las palabras de Fernando Morán, presidente de la Asociación para la Conservación del Bisonte Europeo en España, en la nota de prensa de la creación de la entidad: "(el bisonte europeo es) importante como generados de empleo y turismo, ideal para la conservación del patrimonio natural y los paisajes y, además, tiene valor cinegético y como productor de carne".

Manada de bisonte europeo. Propiedad de Igor Byshnev. Extraída de aquí.

De todas formas, dudo que la reintroducción fuera factible, o al menos práctica. La recolonización del territorio por parte del ungulado sería una bomba de relojería. Por un lado desconocemos el efecto que tendría sobre la flora del lugar, aunque un estudio sobre la 20 hectáreas del recinto podría darnos una idea de la magnitud que la alimentación de estos animales tendrían sobre la vegetación. Por otro lado, en la zona viven otros animales en una situación más grave si cabe que el bisonte europeo. El efecto sobre el urogallo cantábrico (Tetrao urogallus cantabricus) será impredecible. La población soporta una gran competencia directa con los ciervos (Cervus elaphus) y, junto con la depredación de pollos y huevos, con los jabalíes (Sus scrofa), por el alimento. La incorporación del bisonte europeo a la fauna del parque natural podría ser favorable para el urogallo, o perjudicial. Puede que redujera tanto la población de ciervos como de jabalíes, por competencia por recursos similares. Pero podría ser un elemento más que compitiera con el ave. Por otra parte, actuaría como un buen desbrozador, compensando el despoblamiento rural y la consiguiente falta de gestión del territorio, disminuyendo así la probabilidad de ocurrencia de un incendio.

Aun así no perdamos la esperanza, de hecho han traído ejemplares salvajes y no de los presentes en algún zoológico español, como en Cabárceno, por ejemplo. ¿Algún día podríamos disfrutar de unas imágenes parecidas a esta en territorio español?



Información obtenida de:
Foro ellinceiberico.org. El tema del bisonte europeo está relacionado con otra interesante discusión en el foro sobre la creación de un posibel "Yellowstone" ibérico.

martes, 1 de junio de 2010

En la puerta de casa I: Trofobiosis

No hace falta irse a recónditas junglas tropicales o salvajes sabanas africanas para poder observar curiosas formas de vida con unas vidas sorprendentes. Lo único necesario es un poco de paciencia, ganas y saber donde mirar.

En estas fechas es bastante sencillo observar una curiosa simbiosis entre dos especies de insectos. El primer paso es localizar una planta que contenga unos famosos bichitos conocidos como áfidos o pulgones, aunque también valdrían cochinillas (cóccidos y pseudocóccidos), chinches arbóreas (membrácidos) y algunas orugas de mariposas licénidas y riodínidas, me centraré en los primeros al ser los más abundantes, al menos en las latitudes por las que se mueve un servidor. El segundo es localizar una colonia de estos insectos en alguna rama, una vez logrado fijémonos en sus quehaceres. En un principio no se ve gran cosa, únicamente a los pulgones succionando con su aparato bucal transformado en un estilete la savia que circula en el interior de los vegetales. Mejor dicho lo que se observa es el "trasero" de estos bichos. Es en este momento, como diría Peter Griffin transformado en tampón, "y ahora sólo toca esperar". Es sencillo ver de repente a alguna hormiga deambulando entre la colonia de los áfidos, lo más curioso es que el himenóptero parará delante de algún pulgón y con sus antenas tocará la parte trasera de éste, como repuesta el áfido segregaría una pequeña gotita que es rápidamente absorbida por la hormiga. Esta gotita, conocida como ligamaza o mielaza tiene un altísimo contenido en azúcar, fruto de la incapacidad del aparato digestivo del pulgón de aprovechar todos los azúcares presentes en la savia succionada, además de algún que otro compuesto proviniente de los procesos fisiológicos del pulgón.



Este tipo de simbiosis recibe el nombre de trofobiosis. Con él las hormigas obtienen un nutritivo alimento y los pulgones la protección a cargo de unas de las defensoras más eficaces del planeta. Es tal el grado de compatibilidad que se ha alcazado en esta simbiosis que existen especies de hormigas con una dedicación exclusiva a su "ganado" de pulgones.

Las especies de pulgones que no conviven con las hormigas expulsan violentamente las gotas de ligamaza producida. De esta forma evitan la proliferación de los siempre temidos hongos sobre superficies pegajosas. Así esos "proyectiles" de ligamaza acaban en el suelo o sobre otras superficies, siendo limadas por las abejas y utilizadas para la producción de miel, de forma que la mayor parte de la consumida por el ser humano proviene de la elaboración del excremento de pulgón. Curioso, como mínimo.

Por último, en su libro, cuya autoría comparte con Bert Hölldobler, "Viaje a las hormigas" Edward O. Wilson, padre del término biodiversidad, cuenta una divertida anécdota con los pulgones. Mientras esperaba a un autobús en Nueva Guinea Wilson se puso a "ordeñar" a unas cochinillas gigantes de forma similar a como lo hacen las hormigas utilizando los pelos de su cabeza, que aunque no lo especifica supongo que se los arrancaría, pudiendo tastar el dulce líquido rezumante. Un tipo peculiar debe ser el tal Wilson.